martes, 31 de agosto de 2021

Mis Inicios
por Nacho

MIS INICIOS

Por Nacho

 

Cuando iniciamos como novios teníamos 23 años, y ella —aunque muy alegre y extrovertida— al ser cristiana tenía la enseñanza de llegar virgen al matrimonio. Así que mis intentos por tocarle una tetica fueron rechazados, sin embargo poco a poco y con paciencia, logré ir teniendo caricias más interesantes. Ya luego era tanta la lujuria de nuestros besos y caricias que la tentación ganó y digamos que ya teníamos sexo (lo digo así porque lo hacíamos sin penetración para cuidar su virginidad). Ella me pedía que lo hiciéramos en forma de cucharita, o sea, yo la abrazaba por detrás de forma que mi pene rozaba sus labios y clítoris (yo trataba de hacerle trampa pero creo que en esa posición y quizá el tamaño de mi pene no me alcanza).

Un día, sin querer, me encontré con un mensaje que le iba a enviar a un primo donde le decía que tenía un amor de verano, que a mi me quería mucho pero que con ese muchacho se sentía muy bien. Eso me causó celos, angustia y ganas de descubrir quién era el tipo. Así que no le armé show sino que traté de indagar e investigar.

Ella trabajaba de lunes a viernes en una ciudad a dos horas de donde vivíamos, allí se hospedaba en la habitación que había arrendado a una amiga. Lo primero que supe fue que desde hacía algunas semanas ya no se quedaba en casa de su amiga. Eso me dio muy duro, se me aceleró mucho el corazón, de pensar que estaba viviendo con su nuevo amor. Con eso tomé valor y la enfrenté indicando que había visto su mensaje (pero no dije nada sobre su mudanza) y me confesó que sí se había besado con alguien pero nada serio.  Al ver que me mentía le pregunté que dónde estaba viviendo y me dijo que donde yo ya sabía, así que le dije que había averiguado y que sabía que hace algunas semanas que se había mudado. Creo que se sintió tan acorralada que me contó toda la verdad: me confesó que por economía había aceptado la invitación y se hospedaba en la casa de su amigo.

Yo me puse a llorar pensando lo peor, pero me dijo que no habían tenido sexo. Bueno, al menos no del todo. Que sí dormían juntos, se besaban, se tocaban, pero con ropa. Yo no le creí y deseaba encontrar la manera de hacerla confesar, así que una y otra vez, y sobre todo mientras teníamos sexo, le pedía que me volviera a contar como había sido. Y claro, logré hacerla caer.

Me contó que un día se habían bañado juntos pero que ella no se había dejado ver de frente y que él solamente le había enjabonado su cuerpo con mucho respeto. Y que solo durante una de las noches que había pasado con él, se habían besado tanto que ella había notado que él se había venido. Aun así yo no quedaba tranquilo pues sospechaba que podía haber pasado algo más.  yo esperaba que me contara algo diferente y especialmente que si habían tenido sexo, tanto que le decía que no me iba a molestar si me contaba todo y hasta llegue a desear que hubiera pasado.

Luego ella me aseguró que no había nada más que contar pero como yo seguía preguntando, comenzó a contarme de sus relaciones anteriores.

Me cuenta que su relación anterior fue justamente con el primo al que le escribió el mensaje; un hombre casado veinte años mayor, que fue a hacer vida a otro país pero hacía tres años regresó por un par de meses, sin la familia, y cuando llegó se hospedó en su casa.

Todo empezó porque a ella le dolía la espalda y él se ofreció a hacerle un masaje, le dijo que estuviera en la cama sin brasier. Él le hizo un buen masaje pero al pasar sus manos por los lados de su espalda, rozaba el inicio de sus senos y esto le produjo una sensación placentera. Ella sabía que esto no estaba bien pero no dijo nada. Él, ante la ausencia de una negación, terminó apoderándose de sus senos completamente. Ese día se sintieron culpables y lo dejaron ahí, pero ambos sentían la urgencia de continuar con el masaje y así lo hicieron al otro día, otra vez de forma "inocente". Solo que ahí ambos sabían lo que querían y terminaron besándose desnudos haciendo el amor con la pasión de la primera vez pero con la experiencia y buena conducción de un hombre experto, que con su amor de primo tuvo el cuidado de hacerla llegar al cielo no una sino dos veces. Eso sí, sin penetrarla: él fue quien le enseñó la manera de hacerlo, que después me enseño a mí.

Luego él la invitó a que lo acompañara en sus viajes a otras ciudades donde lo hacían al despertar, al mediodía y por la noche.  Ella lo esperaba ansiosa, con ropas muy sensuales, incluso una vez totalmente desnuda.  También me contaba de posiciones que me dieron a pensar que era casi imposible que realmente no se lo hubiera metido, una de ellas donde él estaba sentado en una silla y ella se sentaba sobre él. Estas historias y esa duda me hacían desear con mayor fuerza querer penetrarla, sin embargo ella muy hábilmente lograba moverse de modo que no entrara.

A esas alturas yo también empecé a desear que hubiese más historias similares y siempre que hacíamos el amor le pedía que me contara algo más.  Una cosa interesante que ocurrió es que ella comenzó a asistir a un gimnasio donde también ofrecían un masaje reductor, que era aplicado por el dueño del gimnasio, que según ella era un tipo bastante atractivo. Ella obviamente debía tenderse en la camilla en ropa interior, lo cual ya era excitante para mí. Y me cuenta que el tipo empezó a rozar su conejito cuando hacía el masaje en la parte interna de sus muslos y que cuando él masajeaba sus nalgas ella sentía mucha excitación especialmente cuando sus dedos pasaban entre sus nalgas.

No me atreví a decirle de frente que hiciera lo que me empecé a imaginar, y era que el tipo le propone que —para mayor comodidad— quitarse los pantis (que de hecho ella usaba hilo para facilitarle el trabajo de las nalgas) y así en esa sesión el tipo, al pasar del interior de sus muslos a sus nalgas, pasaba ya descaradamente sus dedos rozando sus labios. Quizá ella se excitaría tanto que no podría apagar un gemido de placer con el cual él recibía la aprobación para detenerse por largo tiempo en su vagina y hacerla llegar a la gloria.

Al cambiar ese trabajo ella dejó de ir al gimnasio y no dio el tiempo para que se diera mi fantasía.

A todo esto llegó a ser tan fuerte el sexo que su asunto de cuidar la virginidad a sabiendas de que realmente al menos su mente y sentidos no eran vírgenes empezó a carecer de sentido. Entonces lo empezamos a hacer sin ninguna restricción, pero siempre estimulados por una historia. Pero como se agotaron, empezamos a crear fantasías. Una obvia era imaginar que se volvían a encontrar con su primo y ahí iban a recrear todos los polvos, ahora sí, con penetración, que habían impedido tantas veces, e imaginábamos con las ganas con las que él iba a aprovechar dicha oferta.

 

Mientras tanto decidimos casarnos, disfrutamos nuestra luna de miel, pero yo ahora quería que las fantasías se volvieran realidad. Así que le propuse que volviera a hablar con su primo, quien ahora vivía en Panamá, que recordaran viejos tiempos y que le dijera que queríamos ir de vacaciones a visitarlo.  Efectivamente ellos hablaron y tal como lo imaginé fue fácil que llegaran a planear que en esa visita se la iba a coger al menor descuido mío. Ella esa noche me contó lo que habían hablado y culiamos como locos. En un momento le pregunte:

—¿En verdad serías capaz de comértelo a él?

Yo creí que me iba a rechazar de plano, pero me contestó con la pregunta:

—¿Tú me darías permiso?

Yo arremetí con una penetración profunda.

—Si tú me cuentas todo, sí.

—Pues vayamos y te pongo unos cuernos bien ricos.

Así que organizamos el viaje y nos fuimos. Claro, una cosa era fantasear y otra estar planear y ejecutar el plan. Los nervios y la emoción eran grandes, pero también dudaba si en realidad sería posible. El viaje se organizó en una fecha donde su esposa estaba visitando a sus hijos que vivían en otro país, y por eso podríamos hospedarnos en su casa sin problemas.

Una vez llegamos nos acomodó en la pieza de huéspedes y esa noche culiamos diciendo que ella finalmente iba a ponerme los cuernos. Aunque tuvo una gran explosión que pensé la iba a dejar rendida y sin la energía mental para querer hacerlo, fue todo lo contrario, quería más. Así que planeamos que fuera a la pieza de él y, si se asustaba y preguntaba, dijera que yo tenía un resfriado y no dejaba prender el aire y ella se moría de calor, así que me había convencido que la dejara dormir en un catre que él tenía en su habitación.

Él le abrió la puerta y ella entró y cerró de nuevo. Yo sentía el corazón en la garganta, tenía muchos nervios, era una contradicción de sentimientos entre querer que se cumpliera la fantasía y ella la gozara, y la sensación de celos.  Pero también me moría de la curiosidad y la ansiedad por saber si realmente lo estaban haciendo, tanto que me acerqué a la puerta tratando de escuchar algo que me diera un indicio. Y efectivamente escuché algo que interpreté como el rechinar de la cama, sonido que también podría ser ruido de animales y no podía tener la certeza. Finalmente me regresé y me masturbé pensando que estaban gozando como locos y me quedé dormido. Ella regresó en la madrugada y para mi frustración me dijo que se había acostado en el catre y no había pasado nada. Yo no sabía si creerle y me quedé con las ganas.

En esos días fuimos a una excursión a la Isla Contadora, que a mi juicio tiene unas de las playas más hermosas del mundo. Pero algo más interesante es que algunas de ellas permiten el topless. Yo le dije que por qué no lo hacía también y me dijo que sí pero con una condición: que aplazáramos el regreso una semana más, lo cual parecía sensato considerando lo chévere de la isla pero me dio a pensar que quería pasar más tiempo con su primo, así que le indagué realmente que había pasado esa primera noche, y me dijo que sí había pasado, que no me había contado porque a pesar de que le había dado permiso sentía vergüenza y temor de que yo realmente fuera a molestarme. Le aseguré que no, que habíamos sido muy claros y que al disfrutarlo en nuestras fantasías ya lo había asimilado, así que sintió la confianza y me contó que tan pronto habían cerrado la puerta y ante la tranquilidad que le había dado su comentario de que yo no estaría molestando se fusionaron en un apasionado beso donde las manos acariciaban ese cuerpo que tanto había disfrutado hacía ya más de seis años. La acostó ya desnuda sobre la cama y ella le dijo “ahora sí es toda tuya esta cuquita que tanto me cuidaste y yo quiero saber que es sentir tu pene bien dentro”.

Él se sorprendió porque ella antes llevaba todo su bello púbico mientras ahora era completamente calva y con una piel muy suave por cuenta de la depilación con láser que se había hecho por mi insinuación. Así que primero quiso besarle esos suaves labios pero ella estaba tan deseosa que no aguantó y tomó su cabeza hacia arriba y le suplicó clávamela de una vez. Esa noche lo hicieron tres veces pues él quería probar cómo se sentía metérsela desde todas las posiciones posibles.

Luego de que ella terminó de contar yo estaba completamente excitado, no solo por su relato sino porque me estaba pidiendo quedarnos una semana más con el único propósito de poder disfrutarlo muchas otras veces. Le dije que listo, trato hecho. Sin embargo me dio una advertencia que no esperaba, me dijo bueno, el hecho de que tú me estés dando permiso no significa que tu vas a salir a hacer lo mismo con otras mujeres. Aunque me pareció muy injusto en ese momento no consideré prudente discutirlo pues eran tantas mis ganas de que ella volviera a estar con su amante muy cerca a mí, que le dije que sí, que yo con su infidelidad para qué necesitaba la mía.

Así que ella se quita su top y me da otro de los momentos más eróticos de mi vida y es verla con sus hermosas tetas al aire, delante de otros hombres, que entre otras cosas en su mayoría eran extranjeros, tipos altos, monos de ojos verdes. Obviamente la gente no se la pasa mirando descaradamente pero pues claro que miran. Y eso posteriormente daría pie para crear nuevas fantasías.

Ese día llegué a llamar a la aerolínea a cambiar la fecha de regreso, con una penalidad alta que pagué con gusto. Mientras yo estaba en el baño ella fue a buscarlo y contarle que nos íbamos a quedar una semana más porque ella quería tener dos amantes esos días. Él, allí mismo y de pie, nuevamente la hizo suya y decidió organizar mejor su trabajo para poder acompañarnos más a los paseos a las playas.

Inventaban cualquier oportunidad para culiar, incluso ya no tenían tanto cuidado, a estas alturas sin él estar tan seguro de mi permiso veía que yo no me presentaba molesto sino muy amable entonces ya no tenía temor.

En una playa muy propicia para snorkel, como solo teníamos dos caretas, él primero se ofreció a ir conmigo a mostrarme los peces y corales en un arrecife cercano, luego era el turno de mostrarle a ella y cuando se perdieron a la vuelta de la playa y lejos de mi vista, ubicaron una boya grande y él le baja el panty y se lo hace allí mismo, sin percatarse que había un barco anclado relativamente cerca que después los asustó, pues al descubrirlos les hizo coro con su gran bocina.

En otra oportunidad fuimos a bucear. Cuando salimos y debíamos ir a las duchas a cambiarnos ella prefiere entrar a la ducha de los hombres y le pide a él que le ayude a quitar el traje, sin importarle mucho que los otros hombres allí notaran la situación, yo mientras tanto cuidaba afuera los equipos.

Ahora por las noches la dinámica cambió un poco, pues una noche ella me dijo que prefería ir primero a culiar con él y luego cuando llegó le pregunte como le había ido y para darme la mejor prueba pasó sus dedos entre sus labios y luego me mostró cómo se estiraba el moco del semen entre sus dedos.  Yo no la deje ducharse y a mismo la enculé para completar de llenarla de leche.

Pero el tiempo pasó rápido y en la despedida hubo largos abrazos y hasta lágrimas con la promesa de volvernos a ver muy pronto.

 

FIN

Les dejo mi mail por si alguien quiere pedirme algún detalle: nachobucara@gmail.com 


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