lunes, 27 de octubre de 2014

Así — Relato de José Ignacio Cardilla

Así…

AUTOR: José Ignacio Cardilla


Así quería verte… Así… Con los labios mayores hinchados de tanta verga que te dieron…Y los menores, enrojecidos, mojados, dejando resbalar lentamente todo el semen que satura tu interior… Así quería verte, con la leche de vergas anónimas saliéndose de tus agujeros, que tanto cedieron y dilataron cuando el grosor de los clavos ardientes parecía ser mucho mayor que tus orificios; así, mojada a más no poder tu hermosa bombacha blanca, donde uno de ellos, como al descuido, dejó la mancha de su líquido hirviente cuando trató de limpiarte con algo los gruesos chorros que salían de tu boca, después de su corrida… Así, hermosa, con las pliegues de tu ano todavía palpitando, latiendo, y casi jugando con la gran carga de leche blanquecina que entra y sale, entra y sale… No entiendo cómo tardaste tanto en aceptar cuánto deseaba verte así… no pudiendo contener los espasmos que recorren tu cuerpo luego de tantos orgasmos que tuviste, porque no hubo piedad en tus amantes, te poseyeron como quisieron, te penetraron por donde quisieron y te sacudieron desde la punta de los cabellos hasta los dedos de los pies, volcando en tus agujeros preciosos el urgente riego de sus bestias ciegas…
Aunque costó mucho convencerte para que aceptaras ser cogida por otro (que terminaron siendo “otros”) y tuviste que superar arduos conflictos internos, valió el esfuerzo sólo para ver cómo el más audaz te golpeaba la cara con su miembro hinchado mientras buscabas capturarlo con tu boca, desesperada porque ya tenías las mejillas enrojecidas por tanto vergazo, y porque el que te estaba enculando metía su garrote hasta los pelos y sentías cómo sus huevos querían reventar sobre tus depilados labios, que pedían otra verga sin más demora, porque ya estabas terminando otra vez…   
Así, como estás ahora, quise verte desde que te conozco, siempre linda, siempre joven, siempre mis ganas de que seas las más puta entre las putas, y siempre verme cortado por absurdos principios, que se estrellaron de una vez contra el sillón que recibió el cuerpo de uno de ellos, mientras Vos te sentabas en su miembro, te introducías cada centímetro de sus veinte en el ardiente surco de la vulva empapada y otro apuraba su glande en el sonrosado ano que, cual boca de amante,  besaba y engullía suavemente la cabeza hasta que la penetración fue total, en ambos orificios, a iguales y terribles embestidas, a iguales y temblorosos jadeos, a iguales abundantes orgasmos, mientras otros dos, también potentes y erguidos y gruesos, se disputaban tu boquita para una felación conjunta, y otro restregaba su oscuro miembro en la seda de tus cabellos y moviendo frenéticamente su mano, volcaba a raudales en tu cabellera…
Cuántos gemidos, cuántos exabruptos buscando tu carne joven, cuanto “puta” por acá, “yegua” por allá, “putita” cuando se ablandaban un poco y querían algo más de Vos, un extra, como tragarte la leche de los cinco por ejemplo, o soportar dos pijas en el culo, o hacerte decir bien alto: “soy la más puta del mundo... me gustan las pijas grandes rellenando mis agujeros... Vengan, chicos, cojan a su puta de una vez...” y cosas así… excesos que suceden cuando el deseo desborda y el placer manda; excesos como por ejemplo hacerte una especie de máscara con todos los huevos en tu cara, de modo que si abrías los ojos sólo veías grandes testículos y a veces, según te movieras o movieran ellos sus tremendos bultos, podías ver en lo alto los glandes chorreantes, dejando caer los hilos preseminales en tu delicada piel, esa piel hermosa que habías lavado y perfumado con sumo cuidado unas horas antes, en casa, tranquila, cuando nada hacía suponer que por fin se cumpliría mi ansiado anhelo de verte con otros y Vos te preparabas para una de nuestras habituales salidas, aunque claro, esta noche no terminaría siendo algo habitual, porque nunca antes habías estado con cinco hombres a la vez (ni siquiera con uno!) y cómo imaginar que terminarías así, con explosiones de semen por todos lados, dilatada y satisfecha…
Pero quedate así, todavía no te limpies, ya hará la ducha su trabajo, quedate así… todavía tengo dolorida la verga de tanto que creció al contemplarte y luego de tantas descargas entre las de tus amantes; cuánta lluvia de semen, toda para Vos, para tu ansiosa garganta que soportó estoicamente flechazos de leche y auténticos chorros a presión… Quién iba a decir que nuestra salida a cenar terminaría con mi mujer revolcada entre cinco desconocidos, luego de haber sido manoseada por dos de ellos en el baño del restaurante, donde subrepticiamente, te siguieron cuando fuiste a retocar tu maquillaje, meneando tu culo inocentemente, sin saber que más tarde sería perforado sin piedad por los cinco. Y luego cuando saliste, roja por la excitación y la vergüenza, me comentaras lo sucedido mientras ellos y sus amigos te miraban y me miraban con cierta sorna (pero no me importó porque sé que me amas) y yo no dudé y luego de tranquilizarte, hablé con ellos y sólo les dije “Vamos” y comprendieron, claro, que iban a tener un fiesta inesperada, ignorando que los festejados éramos Nosotros…
Un ratito más así, mi amor, porque no te imaginas lo linda que estás; no te imaginas lo que hizo tanto semen con tu cuerpo, te ves soberbia, magnífica, bien cogida, lechosa, puta… Te ves como quiero verte siempre a partir de ahora: puta de otros pero mujer mía; señora mía pero amante de todos. No te va a costar. Sos hermosa, joven, excelente en la cama; basta un taconeo tuyo para que los hombres caigan como moscas; basta una caída de ojos para que tengas un erecto miembro a tu disposición…
Ya pensaremos después en celos, cuestionamientos y pruritos; ya veremos luego cómo hacemos para mantener esto en calma y con calentura; en secreto pero con la excitación a full; ya podremos organizar nuevos encuentros, con prudencia y cautela; por ahora dejame disfrutar del húmedo momento que vivimos y que en mi interior algo parecido a la felicidad me dice que siempre, siempre, quise verte así…       

FIN

joseignaciocardilla@gmail.com

AUTOR: José Ignacio Cardilla (c) 2014 - Derechos del autor

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