Hola, amigos. Les dejo un relato breve pero, no por eso menos bueno, del lector JOSÉ IGNACIO CARDILLA. Quizá les parezca un poco light, pero tiene el morbillo del marido descubriendo y espiando el inicio del emputecimiento dea su mujer. A disfrutarlo!
Hoy
un juramento. Mañana una felación
Por:
José Ignacio Cardilla
Esto
pasó hace algunos meses. Y me tiene tan confundido, caliente y enojado que
decidí contarlo. Quizás así encuentre la forma de seguir junto a mi mujer o el
valor para dejarla.
A
principios de marzo, Ella salió a comprarse ropa porque sus amigas habían
organizado una salida “sólo de chicas”, que repiten cada mes. Fue un sábado a
la mañana y como yo no trabajaba, me
ofrecí a acompañarla. En el centro comercial no cabía un alma; ya saben:
principios de mes, todo el mundo gasta; así que mientras ella elegía un vestido
que la favoreciera yo, para ganar tiempo, fui a elegirle zapatos (son su
debilidad y me encanta verla de tacos). Me llevó más de media hora conseguirle
unos y cuando regresé por Ella, la vi charlando animadamente con un hombre, de
unos cuarenta años, que bromeaba con Ella y la tomaba del brazo como festejando
lo que decían. No reconocí a ninguno de
nuestros amigos o conocidos pero era evidente que ellos sí se conocían. Por curiosidad,
decidí no mostrarme inmediatamente y los observé desde cierta distancia; como dije, el
aluvión de gente ayudaba a mi propósito. A los pocos minutos vi que mi mujer hizo
una llamada y sonó mi teléfono:
-
Hola, Amor, dónde estás?
-
Buscando tus zapatos –mentí- y Vos, ya estás lista? Terminaste? (nunca imaginé
la connotación sexual que ambas preguntas tenían para Ella en ese momento). Y
cuando esperaba develar el misterio de su acompañante, me soltó:
-
No, vida, todavía estoy eligiendo… esto está lleno… Mirá, cuando termines por
qué no vas directamente a casa y nos encontramos allá, no sé cuánto pueda
tardar…
-
Pero… te espero, cielo, para eso te acompañé; decime en qué negocio estás y voy-
Obviamente, entendí que me quería sacar de encima y yo quería seguirle la
corriente para ver qué tramaba con ese hombre. Su respuesta fue terminante e
hizo crecer la mentira:
-
No, mi amor, no te preocupes. Además, me encontré con una amiga que conoce una
boutique super y con buenos precios, así que me voy con ella y luego nos vemos
en casa y te cuento. Un beso, amor…- y cortó.
Yo
me quedé de una pieza, rabioso ante el evidente engaño. Su seguridad me
preocupó: nunca antes había mentido así; algo en ese desconocido la llevaba a actuar
tan descaradamente. Opté por seguirla; aún cuando tendría que haber demostrado
su mentira, algo me hizo seguirla.
Disimulado
entre el gentío, vi cómo inmediatamente después de cortar, le sonrió
abiertamente y fue ella quien lo tomó del brazo y comenzaron a andar. Parecían
viejos amigos felices de encontrarse, sensación que desapareció cuando vi que él
le palmeó el trasero como aprobando su accionar. Era evidente su engaño con ese
desconocido…
Caminaron
unos metros y él se detuvo en un escaparte de diarios y compró ¡una caja de preservativos!
… Me rendí ante la evidencia: ese fulano se iba a coger a mi esposa; y ella
parecía encantada. Incluso le ayudó a elegir el tipo de preservativos, como si
de dulces se tratara… Yo estaba perplejo y con la cabeza a punto de estallar:
mi hermosa mujercita estaba ahí, a escasos metros de distancia, eligiendo los
condones que su amante usaría para cogerla… Menudo cornudo estaba hecho. El
vendedor la miraba entre sorprendido y excitado y le guiñó un ojo al hombre
cuando se iban:
-
Que la disfrutes! -le oí decir.– ¡Podés estar seguro! –contestó el otro, y
volvió a palmearle las nalgas.
Entraron
a un mini bar, ya prácticamente abrazados. Yo no entendía cómo mi esposa, mujer
fiel, gentil, educada, toda una dama, se comportaba como una puta que el tipo
hubiera levantado por la calle (en realidad, algo así había sucedido) y ya
sentados, lo miraba embelesada, como cautivada por él y él, sutilmente,
deslizaba la mano por sus muslos, cubiertos por la calza blanca que llevaba, y
sin importarle si lo miraban o no, cosquilleaba por segundos allí donde la
lycra abultaba los labios íntimos de mi mujer…
Todo
esto lo vi desde un puesto de fotografía, justo al lado del bar, y que me
ocultaba a sus ojos porque tenía vidrios espejados que permitían ver desde adentro
hacia afuera pero no el revés. Salieron después de tomar un martini (mi esposa,
que casi es abstemia!) y fueron directamente a la salida del centro comercial;
ya en la calle el tipo se detuvo y le plantó un beso que parecía hurgar cada
rincón de su boca, mientras ella devolvía con su lengua la misma intensidad.
Se
dirigieron al estacionamiento subterráneo, con la prisa que da la excitación. Como pude me situé entre dos autos, agazapado
como un ladrón y pude ver cuando entraban en su coche. Inmediatamente el tipo
la abrazó y la siguió besando mientras sus manos estrujaban sus tetas y ella
aceptaba todo lo que le hacía. Después de unos momentos él le dijo algo al oído
y mi mujer sonrió lascivamente y ya con las dos tetas al aire, se inclinó hacia
su entrepierna. Por los movimientos inequívocos supe que le estaba dando una
mamada de campeonato. El hizo su cabeza hacia atrás y se dedicó a disfrutar de
la boca y lengua de mi mujercita, de la que sólo podía ver sus cabellos
subiendo y bajando, hasta que la tomó de la nuca y le dio mayor rapidez a los
movimientos y por cómo tensó su cuerpo y lanzó un bufido, me di cuenta que
estaba dejando su leche en la garganta de mi esposa. Cuando esta se incorporó,
sonriendo, terminó de limpiarse con la mano los restos de semen de su amante.
Se acomodó las tetas y la ropa y, por suerte para mí que no hubiera podido
seguirlos si arrancaban el coche, le dio un beso y descendió, dio vuelta hacia
el asiento del conductor y se apoyó en la ventanilla, besándolo otra vez; él aprovechó
para subir su mano y tocarle descaradamente la concha.
-Me
debés esto -le dijo, pellizcando suavemente los labios mojados- no te olvides
que Vos elegiste los condones…
-
No me olvido- contestó ella- sólo que ahora estoy apurada y no puedo hacer esperar
más a mi marido… Por toda respuesta el tipo le extendió una tarjeta diciendo:
-
Llamame pronto. No me gusta dejar cosas pendientes y por cierto, nunca imaginé
lo buena que te pondrías con los años, ha sido un verdadero placer…
Arrancó,
le hizo el gesto de un beso al que ella correspondió, y se fue.
Mi
mujer miró la tarjeta un momento y la guardó en su cartera. Con una sonrisa de
satisfacción se alejó del lugar en dirección a casa…
Estuve
a punto de salir corriendo, alcanzarla y obligarla a aceptar su engaño. Pero me
sentía tan rabioso, confuso, humillado, que no pude incorporarme. Pero en
realidad, lo que me impidió salir de mi escondite fue la tremenda erección que
tenía por todo lo que había visto.
FIN
AUTOR: José Ignacio Cardilla, (c) 2014-2015 - Derechos del autor.
Este relato se publica en este blog con permiso de su autor.
3 comentarios:
Bien Jose Ignacio! Que putita q empezo a ser tu mujercita... es autobiografico el relato? Como me gustan cdo me chupan la pija de apuro porque las espera el cuerno! Jajaja ... y despues q se van me las imagino dandoles un besito en la boca con el sabor de mi lechita...
Muy bueno el relato... Puro morbo... Me encanto el final 'no me podia levantar por la ereccion que tenia'... Queremos saber mas de las andanzas de tu mujer... Felicitaciones JI! Muy bueno...
Asumir nuestra condicion , perfecto ese final , la humillacion es parte de nuestro sentir , me emociono este relato , ale
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