Mina,
esposa fiel…
AUTOR: José Ignacio Cardilla
Mina bajó raudamente del taxi y se
dirigió al restaurante donde la esperaba su esposo Marco. Por el apuro al descender,
no pudo bajar su minifalda como lo hacía siempre y dejó al descubierto el
elástico de las medias y parte del delicado liguero que llevaba; un pequeño
descuido inevitable que hizo las delicias de los que pasaban por la vereda y le
significó algún que otro piropo subido de tono. Mina enrojeció un poco pero
ante lo insoluble del hecho, caminó rápido hacia la entrada.
Contaba con 29 años y sin ser
espectacular, tenía los encantos propios de una mujer de su edad: la fuerza y
la plenitud que hacían de su bonito rostro el blanco de miradas de un amplio sector
masculino, que iba desde veinteañeros impetuosos hasta atildados señores de
cincuenta y más. Pero sin dudas, lo que era un imán poderoso para las miradas
era su entrepierna: dueña de generosos labios mayores, su vulva parecía querer
saltar de los jeans y ni qué hablar cuando usaba calzas; por eso -y esto
también era agradecido por los hombres- prefería el uso de faldas y polleras
entre las que las minifaldas se llevaban las palmas (de los hombres, claro).
Con todo, su carácter era reservado
y nadie podía decir de ella que fuera una mujer de vida licenciosa o algo
parecido: amante y fiel esposa; ideal para cualquiera…
Con tal mujer, Marco podía
considerarse un privilegiado. Y aunque le llevaba unos cuantos años, aún se
conservaba bien, sin ser un adonis. Un tipo común, apenas bien parecido y que
también recibía alguna que otra mirada de las féminas, aunque fuera sólo por
esa curiosidad que tienen las mujeres de mirar a un hombre cuando va acompañado
de una linda mujer: no miran los atributos del hombre; miran tratando de
descubrir qué tiene ese hombre para ligar una mujer tan linda…
Habían quedado en cenar juntos porque
los horarios de ambos no coincidían. Marco trabajaba hasta las 18 y ella hasta
las 16, lo que le daba un tiempo sin él, que aprovechaba para ir a casa,
ordenar un poco y ponerse linda para su marido. Cuando no lo esperaba en casa,
les gustaba encontrarse en cualquier lugar del centro para cenar, tomar algo o
caminar juntos por el placer de la compañía mutua. Tenían varios años de
casados pero la llama estaba intacta. Se
amaban. Y se disfrutaban con pasión.
El detalle del descenso del taxi,
observado por Marco desde el local, lo había excitado como, seguramente, a
todos los que lo vieron. Recibió a su mujer con un beso efusivo -que provocó la
envidia de los concurrentes- y luego ordenaron tranquilos. La diminuta pollera
de Mina volvió a deslizarse hacia arriba y los hombres de las mesas contiguas
clavaron sus ojos en el par de piernas enfundadas en delicadas medias blancas,
coronadas con liguero de puntillas y encaje. Femenina al cien por cien, Mina
adoraba estos detalles que hacían el deleite de su marido. Obviamente, ambos
notaron cómo los hombres la miraban –la deseaban- pero no le dieron mayor
importancia.
Mientras comían, Mina notó que un
hombre la miraba insistentemente; estaba con dos personas más a pocas mesas de
distancia y no dejaba de mirar sus piernas y luego subir descaradamente la
mirada hasta contactar sus ojos. Un tanto incómoda, Mina informó a su marido y
este se volvió para ver al curioso. Una exclamación de sorpresa acompañó su
movimiento cuando lo reconoció: un ex
compañero de estudios que vino hacia él para fundirse en un abrazo, entre
exclamaciones de alegría y risas compartidas. Ella quedó descolocada ante el
encuentro y tuvo que aceptar las presentaciones de rigor:
-Amor, este es Lucca, un compañero
de facultad que hace años no veía. Lucca, ella es Mina, mi esposa…
-Encantada -dijo ella, evitando
mirarlo a los ojos porque aún estaba molesta. -Un placer -dijo Luca y la besó
en la mejilla suavemente pero demorando el momento- La verdad es que no pude
evitar mirarlos, hacen una linda pareja y vamos, Marco! eres afortunado, tienes
una mujer muy bella! Picarón! Podría ser tu hija!...- Mina creyó descubrir un
dejo de envidia y deseo en este último comentario y alertó sus antenas.
-Verdad que sí? –dijo Marco,
orgulloso de su mujer y casi olvidando que esta se había molestado ante la
mirada insistente de su ex compañero- Es una bendición para mí… Pero vamos a
festejar el re-encuentro, hombre! Pidamos un trago, que la ocasión lo amerita!
-Estoy con dos amigos -dijo Lucca-
Me despido de ellos y claro que festejaremos!
-No es necesario, si son tus amigos,
también pueden festejar con Nosotros. Te parece Amor?- preguntó Marco.
Ante el hecho consumado, ella aceptó
para satisfacer a su marido, pero no dejaba de inquietarse internamente; algo
en su intuición femenina, aquello inefable que tienen las mujeres, la ponía alerta…
Marco y Mina dejaron su mesa y se ubicaron
en la de Lucca y sus amigos porque era más amplia. Estos aprovecharon para
mirar en cuerpo entero a Mina que captó inmediatamente la intensidad de sus
miradas (estaré tan llamativa? –pensó- o es que estos son unos babosos sin
remedio…). Lucca presentó a Mario y Enrico como compañeros de trabajo; ambos
saludaron al mismo tiempo a Mina, con sendos besos en cada mejilla y posando
cada uno sus manos en la cintura de ella; brevemente Mina se sintió aprisionada
entre los dos y un calor, mezcla de azoramiento y confusión, subió por su cuerpo.
Fue tan breve que Marco no lo notó, sí notó los dos besos a la vez pero lo tomó
como propio del momento de efusividad. Suspendieron la comida y pidieron tragos
para todos.
-Por los viejos buenos amigos- dijo
Lucca levantando su copa- y agregó: y por la belleza de la mujer que nos honra
con su compañía.- Dijo esto mirando fijamente a Mina, que pensó: “Babosos y
lisonjeros además”…
Marco y Lucca bebieron y recordaron,
sus andanzas estudiantiles, con la complicidad de Mario y Enrico que festejaban
sus bromas y locuras. Mina, respetuosa como siempre de su marido, los acompañó
con una copa y participó no tan vivamente del encuentro. Después de un rato
Mina se levantó para ir al baño y los tres, a excepción de su marido, se
volvieron a mirarla. Esta vez, no hubo disimulo y Marco se vio obligado a
comentar:
-Eh, muchachos… disimulen un poco,
que es mi mujer la que va al baño!...
Achispado un poco por la bebida,
Mario dijo: Sí, pero en verdad tienes suerte, está buenísima!. Sin ofender,
claro…
Inmediatamente, Enrico aportó: Si yo
tuviera una mujer así le daría todo el día!
Tus amigos están zarpándose
demasiado – dijo Marco a Lucca, quien, lejos de bajar el tono de los
comentarios, confirmó: -No los culpo, tu mujer es una hembra infernal, está
para comérsela entera!-
Marco, algo nervioso, les dijo que
pararan el tono de los comentarios porque, él lo entendía, tratándose de una
mujer como Mina y según podía verse, por el estado de los muchachos que
transmitía excitación galopante, no debían olvidar que era Su mujer, y
marcó la pertenencia con una sonrisa de autosuficiencia. Los amigos, al ver que
Marco ponía freno pero sin enojarse, bajaron el tono pero sinceraron sus deseos
–su calentura-: propusieron a Marco seguir la reunión en otro sitio, con más tragos
por supuesto, pero a condición que los dejara seguir disfrutando visualmente de
su mujer; sólo mirarla no la dañaría, ni a él tampoco. El re-encuentro, la
bebida, la amena y sincera charla, habían logrado un clima distendido y cordial
que llevó a Marco a aceptar pero, les aclaró: tendría que decirle a su mujer.
Si ella aceptaba esa especie de juego, saldrían juntos a algún lugar, pero si
no quería, ahí terminaba todo.
Lucca, preocupado, dijo: -No le
dirás que hablamos mal de ella, no? Que no se entere lo que comentamos…-
-No te preocupes- dijo Marco- Ella ya
se dio cuenta hace rato.- Y agregó, como para dar un golpe de autoridad: Y yo
también.
Fue hasta el baño en busca de su
mujer y la encontró saliendo del servicio. Se había retocado un poco el pelo y
las mejillas lucían levemente sonrosadas; estaba más linda que antes. -Qué
suerte que viniste –dijo- Esos amigos tuyos no dejan de mirarme toda y no sé
cómo reaccionar!.- Marco le contó lo que
habían dicho, incluso los comentarios sexuales y le preguntó si quería seguir siendo
objeto de sus miradas; que él estaría todo el tiempo cuidándola y que le
interesaba ver sus reacciones. Ella dudó; hasta ahora jamás había consentido
abiertamente ser objeto de nadie, aún sabiendo que lo era todo el tiempo, por
las miradas, piropos y groserías que recibía todo el tiempo en la calle o en el
trabajo, pero aceptar ser mirada era otra cosa. Marco, que comenzaba a tomarle
el gusto a la situación, arriesgó un poco más: Incluso –dijo- puedes ver tú
misma hasta dónde puedes llegar…
-Qué!?... qué crees que soy? Cómo
voy a… pero tú estás seguro que yo… -dudaba, Mina; en su cerebro, en su ser
mujer, algo se movía lentamente, algo indefinido…- Cómo voy a permitirles…- y
pensaba; se sabía hembra deseable, se sabía capáz de alterar humores y sentidos;
se sabía con poder para jugar… Ok –admitió por fin- Vamos a ver cuán largas
tienen las babas tus amigos; pero –y tomó las manos de su marido, mirándolo insegura-
no me abandones en ningún momento; necesito tu apoyo permanente. Si no, no
podré. Estarás ahí? Para mí?
-Ahí estaré. Para tí. Siempre…- Un
largo y apasionado beso selló el acuerdo. Y volvieron a la mesa.
Los tres amigos los vieron llegar y esperaron
ansiosos el dictamen de Marco. Pero fue Mina quien actuó, sorprendiendo al
mismo Marco, le apoyó el culo en el paquete, alargó sus brazos hacia atrás como
rodeándolo y levantó la cabeza para que su marido la besara. Marco, gratamente sorprendido
por la repentina audacia de su mujer, la besó delicadamente y la giró hacia él;
al hacerlo, ella quedó de espaldas a los hombres, que le clavaron los ojos en
el culo. Marco la besó más profundamente y estrechó su cintura, lo que subió levemente la minifalda y permitió a los
hombres regodearse con la puntilla de las medias, parte del liguero y uno o dos
centímetros de su tanga. Fue demasiado. Lucca, Mario y Enrico aplaudieron como
festejando esa expresión de amor; pagaron de prisa y salieron, la pareja de
amantes esposos en el centro.
-Bueno –habló Enrico- aquí cerca hay
un club muy bueno, con buenos tragos y mejor ambiente. Vamos?- y miró
directamente a Mina.
-No sé –dijo Mina- esperaba que el
re-encuentro siguiera siendo íntimo y no rodeado de tanta gente extraña.
Alguien conoce algún lugar más pequeño, más cálido?...- y como al descuido,
hizo ademán de subir un poco sus medias; otra vez las piernas en el juego; otra
vez tres pares de ojos escrutando hasta donde podían y más. Y Marco disfrutando.
Y Ella también.
-Vamos a mi casa- dijo Lucca sin
dudar- Estamos a media hora y de camino podemos comprar un par de botellas para
seguir brindando. Les parece?
Todos estuvieron de acuerdo. Y
partieron en sus respectivos móviles detrás de Lucca. De camino, Marco,
risueño, le comentó a su mujer lo bien que estaba haciendo su papel. Ella contestó
que lo estaba pasando super y aunque la situación era extraña, le gustaba ese
juego de dar y quitar, de calentar y volver a frío a sus amigos. El alargó la
mano libre, rozando suavemente sus piernas y subiendo; cuando llegó hasta su
tanga la humedad intensa le confirmó que su mujer estaba disfrutando del
momento.
La casa de Lucca estaba en las
afueras de la ciudad rodeada de árboles. A Mina le pareció acogedora e ideal
para seguir el festejo del re-encuentro que, hace rato, parecía derivar en otra
cosa…
Se acomodaron en un amplio salón, en
mullidos sillones y los corchos comenzaron a saltar de sus botellas. Lucca puso
música y los esposos bailaron, felices y sueltos, sabiéndose envidiado uno y
deseada la otra. Las burbujas del champaña y el narcótico olor a hembra que
emanaba Mina; la música hipnótica y las hormonas a full de los hombres, extasiados
de mirarla; la distensión que Marco y Mina experimentaban a medida que los
minutos pasaban, hicieron que pronto se la disputaran para bailar
-Eh! No es justo –dijo Lucca-
Nosotros no tenemos pareja y también queremos bailar con la dama!.- Acto seguido,
la tomó de la mano y empezó a bailar con ella, aproximándose más de lo normal;
Marco bromeó con los otros: -Ustedes no se duerman porque Lucca la va a
acaparar y esta noche Mina no es exclusiva!...- Dijo esto con toda la doble
intención que le fue posible, captada de inmediato por los alterados amigos.
Mario se la disputó a Lucca: -Mi turno!- dijo y aunque la música no lo
requería, bailó abrazado a Mina, como seduciéndola, como enamorados casi.
Enrico fue más allá: se paró detrás de ella, bailando también, y pronto los
tres quedaron apretujados al son de la música suave. Mina creyó necesario poner
coto porque inevitablemente, los cuerpos de los dos rozaban el suyo, por
delante y por detrás, y miró a Marco buscando su auxilio. Tal como habría
prometido, al instante estuvo a su lado y, delicadamente, para no romper el
clima creado, separó a Mina y sonriendo les dijo: -Despacio, chicos, que la
muñequita es frágil. Todos rieron y propusieron un nuevo brindis.
Marco aprovechó para separarse junto
a su mujer a cierta distancia y habló con ella: -Amor, estás bien? Quieres
seguir? No es mucha presión para ti?...
-Lo estoy pasando super!- dijo ella-
En verdad no sé a dónde podremos llegar, porque… habrás notado los roces… No
sé…
Era evidente que los dos estaban
ante nuevas sensaciones y era evidente que lo estaban disfrutando. Mina pensó
un momento, con las risas y algarabía de los tres hombres como fondo; los miró
discretamente, no estaban nada mal en realidad, no eran desagradables ni
groseros. Calló. Pensó… Finalmente dijo: -Amor: si pasa algo más, hasta dónde
puedo llegar?
-Dime la verdad: te gusta alguno, te
gustan los tres?...
-No, tonto. Me gustas tú. Me gusta
que estemos aquí. Me gusta que me ames hasta este punto, de permitirme
disfrutar cosas nuevas… Mira, no forzemos nada; estoy dispuesta, sí, pero no sé
cómo reaccionaré cuando suceda; quédate a mi lado y si me ves flaquear dame
valor pero si algo me daña ayúdame y sácame de aquí, puede ser? – y agregó -provocando
una inmediata y violenta erección en su marido-: será con o sin condones?...
-Él la abrazó y la besó con todo lo
que el momento le dictaba –pasión, morbo, desenfreno-, le apretó el culo,
introdujo su lengua hasta saborear cada parte de su boca, pellizcó suavemente
sus pezones, hizo subir y bajar un dedo por el surco palpitante de su tanga
empapado- y le recordó que estaba en su etapa del mes que le permitía recibir toda
la leche que quisiera, por donde quisiera. Abrazados como los amantes que eran,
volvieron al centro del salón, donde los tres hombres habían quedado azorados
ante la efusividad de sus caricias.
Ya no era necesario fingir. Ni
buscar subterfugios para acercarse a ella: en el centro, rodeada por cuatro
machos anhelantes, Mina bailaba sensualmente con los ojos cerrados.
Lucca preguntó a Marco: -Hay algo
que debamos saber?. Este, en silencio, se limitó a sonreir y palmeó a su esposa
en las nalgas. –Sean cuidadosos –dijo- y fue sentarse en un sillón, dejándola
sola con ellos.
Inmediatamente, Mario se puso detrás
de ella y empezó a besarle el cuello y los hombros mientras deslizaba sus manos
por los muslos, entre el elástico de las medias. Mina, siempre con los ojos
cerrados, se dejaba hacer. Enrico vino por delante y la besó ardientemente a lo
que ella respondió de la misma forma; el hombre dijo a Marco: -Uhmm!… deliciosa…
tal como imaginaba…
-El manjar está más abajo- respondió
Marco, que ya cargaba una erección formidable al ver a su esposa toqueteada
como una puta cualquiera por tres desconocidos. (No. Una puta cualquiera, no
–pensó- Una puta de lujo…).
Lucca hizo caso de las palabras de
Marco y se arrodilló frente a ella, separándole un poco las piernas y empezando
un lengüeteo que iba desde el interior de sus afiebrados muslos hasta el
triángulo del tanga blanco, totalmente empapado. Mina dejó escapar un gemido cuando
la lengua de Lucca presionó y succionó los hinchados labios, que asomaban de la
tela en una imagen de lascivia total. –Vaya concha!- dijo, mirando a Marco- no
sólo es un manjar; es enorme!... Creo que cabremos aquí todos Nosotros… -y
abrió delicadamente los labios para introducir su lengua hasta el fondo. Mina
abrió los ojos por fin y el espectáculo de verse abordada por tres hombres a la
vez y la lengua de Lucca que hurgaba sabiamente en el fondo de su cavidad,
hicieron que tuviera un primer orgasmo explosivo y abundante, tan cálido como
lechoso que Lucca apuró como un verdadero elixir: -Uhmm... ambrosía de dioses
–dijo. Y se relamía y limpiaba con su lengua los formidables labios de Mina.
Mientras Lucca devoraba la vulva de
Mina, Mario le había desabrochado la blusa y el sostén, presionando sus pechos
y sopesándolos desde atrás; Enrico por su parte, le lamía los pezones y tiraba
su minifalda hacia arriba de modo que Lucca por delante y Mario por detrás,
tuvieran el mejor de los panoramas, tanto para sus ojos como para sus manos. El
conjunto de liguero blanco y ropa interior con puntillas hizo estragos en los inflamados
miembros de los hombres, pero tácitamente, se obligaron a controlar su
excitación: Mina valía la espera, además contaban con la autorización de su
marido; ya le darían toda la leche que les estaba provocando…
Intervino Marco: -Mina, muéstrales a
nuestros amigos qué cuerpo tan bonito tienes. Pero despacio, no sea cosa que
les de un paro…- Todos rieron, incluso Mina, que fue a cambiar la música para desnudarse;
al hacerlo se agachó mostrando en primer plano su hermoso culo. Enrico se
agachó detrás, le corrió el hilo del tanga y lamió suavemente su ano. Esto la
puso a mil; apartó a Enrico y comenzó a mover lascivamente sus caderas a medida
que se quitaba el tanga, cuando lo hizo lo revoleó como un lazo y lo arrojó al
grupo de hombres, Mario lo tomó y se deleitó con su húmedo aroma; hizo lo mismo
con el sostén, que fue trofeo de Lucca. Así desnuda, sólo con las medias y el
liguero, Mina movía su cuerpo con cadencia letárgica y a cada giro los hombres
sentían como sus miembros saltaban por sí mismos. Lucca no pudo más y se acercó
a ella, la tomo de los hombros y la hizo hincarse sobre la alfombra, Mina supo
de inmediato lo que quería y buscó con sus dedos el miembro, hinchado y
chorreante de Lucca; se sorprendió ante el grosor y mirando a Marco como buscando
su aprobación (aunque era innecesaria) comenzó una felación que Lucca
consideraría después como la mejor que le habían hecho jamás; tal era la
dedicación, inspiración y cuidado que ponía Mina en su pasión. Mario se
acuclilló detrás y comenzó a lamerle todo el surco, mordisqueando sus labios e
introduciendo su lengua en el ano; los pliegues de Mina fueron cediendo a la
firmeza que Mario imprimía a su lengua y sintió que los jugos otra vez pugnaban
por salir de su ardiente enorme vulva; soltó el miembro de Lucca y volviéndose
hacia Mario le dijo: -Métemela, por favor!... La necesito ahora!...- Mario miró
a Marco porque estaba sin condón y éste le hizo una seña para que siguiera. Fue
suficiente para él: se la pasó de arriba abajo por el profundo y mojado surco,
se la sacudió en los labios carnosos, la hizo jugar un momento en el agujero
del ano y luego se la clavó en la concha de un sólo golpe. Bastaron uno o dos
enviones para que Mina explotara en un segundo orgasmo. Era una delicia ver su
leche corriendo sobre el miembro de Mario; cuando este la sacó la segunda vez,
lucía blanquecina por los efluvios de Mina. Lucca que miraba esto con los ojos
casi en blanco no pudo más y lanzó tremendas descargas en la boca de Mina, que
succionó, degustó y tragó todo lo que pudo; la leche de Lucca le saltó sobre la
frente, en las mejillas y un último chorro cayó sobre sus tetas, enrojecidas
por los mordiscos que le había prodigado Enrico un rato antes.
Como pudo, jadeando, sintiendo aún
los estertores del orgasmo y manando leche por la comisura de sus labios, Mina
llamó a Marco, que se acercó raudo (y erecto) hasta ella. -Amor… mi amor, mi hombre… - decía
extraviada- me veo demasiado puta?... Crees que estoy gozando demasiado con
estos desconocidos?... Me ves como una yegua insaciable hoy?...
Marco la miró y sintió que la amaba
profundamente; que nunca la había amado como ahora, que esa mujer –común,
corriente, hermosa por ser hembra, maravillosa por ser suya- le estaba
regalando lo mejor que tenía: su placer más profundo y más auténtico. Y todo
era para él. Y para ella, por supuesto. Le contestó: -Estás maravillosa, mi
vida… Haz lo que quieras. Destrózalos si quieres… No olvides que te amo… Y que
yo también tengo una verga que te necesita!...
Ella sonrió; con el dorso de la mano
se limpió la leche de Lucca en la mejilla: -Amor, no te preocupes, para tí te
reservo lo mejor… Lo sabes, o no?... Guarda tu leche, la voy a necesitar…
Ahora, voy a jugar a la puta un rato más. Me dejas?
Marco la besó, sintió el regusto del
pene de otro en la boca de su mujer, y le sonrió: -Ve, puta. Reviéntales los
huevos…
Mina fue directamente a los brazos de
Enrico. –Vamos, hombre, dime qué tienes entre las piernas y te daré un
agujerito de premio…- Enrico sacó una verga de dimensiones poco usuales: larga,
gruesa y llena de venas palpitantes; ella, golosa, se la metió en la boca hasta
sentir arcadas; no le importó; su marido la había autorizado a ser tan puta
como quisiera, y a ella le encantaba!...
Mario recriminó: -Hey, putita, me
bañaste con tu leche pero la sigo teniendo dura!- Ella le hizo una seña para
que se acercara y, de rodillas entre los dos, comenzó a chupárselas,
alternadamente, una a la vez, las dos al mismo tiempo, hasta que sintió que su
boca no bastaba y que otros orificios pedían atención. Se levantó, besó a ambos
con hambrienta lengua, se dejó tocar, manosear, lamer; estaba tan puta que ella
misma no lo creía. Mario se acostó en la alfombra, con su mástil enhiesto y la
hizo sentar en él; ella gimió, sintió que la perforaban hasta el fondo, que ese
hombre le llegaba hasta donde sólo había llegado Marco y sintió que amaba a su
marido, que lo amaba como no podría amar jamás a ningún hombre. Y por sentirse
puta, por sentirse puta de un solo hombre – su Marco- se vino otra vez, se
corrió como puta de todos, se corrió con un placer que la hizo temblar como si
fuera la primera vez…
Enrico, espectador privilegiado de
ese orgasmo, llevó su verga inflamada hasta el ano de Mina; la hizo girar, hizo
el amague de entrar, pero no; se inclinó y lamió ese agujero, lo ensalivó, lo
degustó, era en realidad, un manjar real; pensó: - Cielos!... este culo es un
privilegio!... Y Yo lo voy a tener, lo voy a penetrar, lo voy a reventar!!... Y
metió la cabeza, Mina lanzó un quejido, casi un grito, empujó y ya eran dos o
tres centímetros dilatándole el culo; empujó otra vez y se la enterró hasta los
huevos; Mina gritó, presintiendo un nuevo orgasmo, no pudo –no supo, no quizo-
ver bien, pero entre formas y figuras, creyó ver a su marido acercándose con la
verga en la mano, abrió la boca como por inercia, y recibió las descargas de su
hombre en plena garganta, y las de Mario en su concha y las de Enrico en su
culo… Trató de gemir pero la leche le inundaba la boca; quizo reaccionar pero
la leche le manaba de la concha; intentó decir algo pero le dolía el culo por
tamaña verga recibida y su leche y la del hombre saliendo sin remedio…
Como pudo, extasiada, colmada de
semen, puta como nunca, trató de
encontrar a su hombre. Cuando lo divisó, entre tanto pene dando vueltas, lo
llamó, lo abrazó temblando, lo besó con boca que sabía a pija de otros, lo amó
como nunca, como siempre: -Amor… fue increíble… fue terrible… No tengo palabras
para describirlo… Seguro, es lo mejor que me diste en años de convivencia… Te
amo, me has hecho tu puta, y la puta de otros… Me siento tan bien…
Marco la besó con todo su amor. Le
tocó el culo, dilatado por otro; le palpó la concha, llena de leche de otro,
absorbió su perfume, que olía a semen de otro; buscaba las palabras para no
dañar nada en ella: -Amor: este juego llegó hasta aquí. Para mí también fue
super pero no puede haber nada más. Fue la locura y la inspiración de una
noche. De una sóla noche. Prométeme que nunca más se va a repetir.
Mina lo miró, confusa, agitada
todavía, sintiendo que la leche recibida aún se agitaba en su interior y,
mientras sentía que el semen de Mario se deslizaba por sus piernas, confirmó a
su marido: -No mi amor. Te prometo que esto no se repetirá jamás.
Un hilo de leche – de otros- cayó
desde la concha de Mina hasta la alfombra.
Ninguno de los dos estaba seguro de
cumplir su promesa.
FIN
AUTOR: José Ignacio Cardilla (c) 2014 - Derechos del autor
9 comentarios:
Hasta pódria decir, poetico relato , soberbia historia de amor , una puta que se descubre a si misma, un cornudo enamorado , este relato le quita todo lo negativo que muchos ven en esto, aunque lo mio es mas morboso, me encanto leerlo y felicito a su autor . Ale
Gracias, Ale! Se trata de eso: de ir rompiendo prejuicios y abogarnos el derecho de fantasear como una forma de revalorar el placer. Y gracias al amigo Rebelde, que permite compartir nuestras expresiones.
claro!! todo esto de los cuernos no tiene nada de negativo, al contrario. tiene todo para que todos ganen ;-)
Y este espacio es para multiplicar ideas y relatos, ojalá todos se animen y escriban sus deseos, experiencias o pensamientos =D
Excelente descripción en el momento que los seduce bailando.
Buen relato, te felicito
EXCELENTE relato y felicitaciones para tu mujer que supo brindar tan grande emoción al hombre que ama y a su vez, confirmarse a si misma como mujer DESEADA POR TODOS. Muchas gracias.
Excelente y cachondisimo relato!!
Resume el insaciado deseo latente y la pasion guardada en una mujer caliente y ansiosa de nuevas emosiones y el consentimiento comprensivo de un hombre enamorado de su hembra!!
Borra malos conceptos y crencias populares del Candaulismo y liberalismo en las parejas!!
Gracias por este relato amigo! ;-)
Excelente y cachondisimo relato!!
Resume el insaciado deseo latente y la pasion guardada en una mujer caliente y ansiosa de nuevas emosiones y el consentimiento comprensivo de un hombre enamorado de su hembra!!
Borra malos conceptos y crencias populares del Candaulismo y liberalismo en las parejas!!
Gracias por este relato amigo! ;-)
Excelente y cachondisimo relato!!
Resume esdeseo y la pasion guardada en una mujer ardiente y el consentimiento comprensibo de un hombre enamorado de su hembra!!
Borra malos conceptos y crencias populares del Candaulismo y liberalismo de las parejas!!
Gracias por este relato amigo! ;-)
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